Una de las violencias que más cuesta nombrar como tal es la simbólica, en su modalidad mediática, que a pesar de su carácter grosero y explícito se la sigue minimizando. Se trata de los discursos que construyen estereotipos sexistas, legitiman prácticas desiguales y que abundan en los medios masivos de comunicación.
Por Romina Zapata Tommasiello*
Publicidades, novelas, relatos periodísticos, canciones, películas y supuestos chistes que construyen un imaginario con la idea dominante de representara las mujeres fundamentalmente como un objeto sexual, en el espacio doméstico como ámbito natural, madres a tiempo completo, elementos decorativos, con la pretensión de justificar la subordinación a partir de la diferencia sexual/biológica.
El principio rector de esta lógica de producción mediática pareciera ser: las mujeres venden, vendamos a las mujeres. De este modo nuestros cuerpos se convierten en mercancía puesta a disposición del público, sobre el cual todo el mundo puede opinar, y obviamente, consumir.
El ejercicio cotidiano que debemos hacer frente a esto es preguntarnos ¿Cómo somos representadas las mujeres en los medios? ¿Qué lugares se nos asignan como periodistas o protagonistas de la noticia?¿Cuáles son las posibilidades de trabajar en televisión si nuestro cuerpo no se ajusta al estereotipo de belleza dominante? ¿Por qué hay cuerpos socialmente devaluados que no vemos en nuestras pantallas? ¿Por qué sigue vigente el rol de la que espera ser rescatada por un varón o la villana que inventa un embarazo para retener a un hombre?
No se trata de aspectos menores, todas estas ideas alimentan los discursos misóginos que justifican los crímenes contra nosotras y que pretenden sostenernos en los roles tradicionales, tales como “¿qué más quieren, si hasta presidentas pueden ser?”. Al decir de Pierre Bourdie se resaltan los logros para ocultar lo que permanece, se enumeran las conquistas para minimizar lo que falta, estrategia básica del neomachismo.
Como sabemos, en la era global los medios de comunicación son los principales gestores de las identidades publicas contemporáneas, si esas representaciones continúan reproduciendo el sexismo se reducen las posibilidades de transformación. Por eso es urgente que profesionales de la prensa y empresas productoras de contenidos se capaciten y comprometan contra la violencia machista.
Parte de las luchas que todo el movimiento de mujeres está liderando en nuestra América tiene que ver con construir una comunicación no sexista, con mostrar en los discursos mediáticos mujeres reales, diversas, capaces de realizar cualquier tipo de actividad, porque la biología no es destino. El lenguaje masculino que no nos nombra miente, porque a pesar de todo existimos y tenemos algo para decir.
Feministas en las redacciones
Cuando nos toca posicionarnos como generadoras de contenido mediático en general las feministas nos encontramos ante una situación muy compleja, para empezar porque no hay periodistas especialistas en género en los medios masivos, es decir que nuestra formación específica no es puesta en valor como para considerarse lo suficientemente importante para integrar un staff periodístico.
Sin embargo, cuando sucede un femicidio o un hecho de violencia contra las mujeres con gran impacto en la prensa nos invitan a escribir análisis o columnas sobre el tema, por supuesto a modo de colaboración, contribuyendo a la precarización laboral en la que nos encontramos. Esto nos deja en una encrucijada, porque por un lado queremos que esa nota sea publicada o ir a la entrevista de un programa de tv para que nuestro discurso llegue a un número muchísimo mayor de personas, pero nos vemos obligadas a hacerlo de forma intermitente, en los tiempos y formas de los mismos medios que ejercen la violencia simbólica, enfrentando preguntas o comentarios que provocan revictimización y sólo si el hecho en cuestión conmovió muy profundamente a la ciudadanía y periodistas del medio se quedaron sin nada más para decir sobre eso.
Cierto es que ante este panorama y con la facilidad que brindan las nuevas tecnologías hemos podido desarrollar y sostener con muchísimo esfuerzo medios digitales especializados y autogestionados, lo cual nos ha permitido explicar extensos análisis feministas y no quedarnos sólo en el rol de denunciantes de los agravios que comenten los medios sin perspectiva de género, que son casi todos. Pero también es cierto que son espacios sin presupuesto fijo, que funcionan con la buena voluntad de quienes los producen, cuya existencia es fundamental pero su alcance es aún muy limitado.
Así las cosas, las feministas seguimos disputando el poder de la palabra desde las periferias de la estructura de oportunidad mediática, con muchos tragos amargos, pero también dándonos el gusto de construirnos en nuestros propios términos, desafiando el modo de representarnos, en búsqueda de dar a conocer lo que pensamos sin el filtro demoledor de los medios masivos tradicionales.
Esta nota fue publicada en el Diario El Femenino el 03 d enero de 2017
https://diariofemenino.com.ar/eso-no-se-dice-la-violencia-simbolica-y-sus-consecuencias/
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